Por: César
Caldas Rodríguez
La palabra nos une y, gracias a ella,
durante milenios los seres humanos hemos estado transmitiéndonos las cosas que
nos han hecho falta para vivir y morir, donde parecen hacerse realidad las
peguntas que se hiciera Neruda: ¿por cuánto tiempo muere el hombre, qué quiere decir para
siempre?
En la oralidad yacen armónicamente la paz y la guerra, la luz y la oscuridad,
porque después de todos estos siglos hemos sido y, de hecho, somos conscientes
que la palabra es el reservorio de lo mágico, lo humano, lo profano y lo
sagrado.
Así han llegado a nosotros, como parte de los saberes y decires de la oralidad,
no solamente conocimientos sobre medicinas, historias, dioses y ancestros, sino
también infinidad de leyendas congeladas en la niebla de los tiempos y que sus
narradores han logrado regresar a la vida gracias a la savia nutricia y
fundacional de la palabra.
Una de esas leyendas es la de los cuentos de Anansi, el dios-araña de los antiguos
ashanti, oriundos de Ghana, en la costa atlántica de África. Estos cuentos se
han diseminado por buena parte del Caribe, siendo muy populares en más de una
nación caribeña. Tanto así que el profesor colombiano Jaime Arocha escribió su
libro Los ombligados de Anansi, acerca de la presencia de estos cuentos en la cuenca del Caribe.
Pero las voces de Anansi no se quedaron sólo en el Caribe: cruzaron el
Atlántico hasta llegar a Europa, donde Neil Gaiman en el Reino Unido escribió
su novela Los hijos
de Anansi, recreando tan mítico personaje
africano. Gaiman, a quien el New York Times Books Review ha clasificado como un magnífico y curioso
contador de historias, en su obra, ha logrado corporeizar
al dios-araña en la figura del padre de Gordo Charlie, joven protagonista de
esta novela, siendo al mismo tiempo una mezcla de padre ausente de la vida de
su hijo con un dios bromista, ocurrente y hasta excéntrico, llegando a ser
sarcástico en ocasiones.
En él, es elemento identitario la risa, el sentido del humor que puede llegar a
ser hasta descarnado, esa risa de la que ha dicho Adolfo Colombres que se presenta así como una
visión diferente del mundo, una contracultura que toma a la vida como algo
siempre abierto, inacabado, a lo que ningún discurso, ninguna institución,
puede en verdad fijar .
Así que era de esperar una visión diferente del mundo y de todo desde un padre
tan diferente a todos los demás padres del reino de este mundo.
Una buena parte de lo interesante de esta novela está en que aporta la visión
de un escritor europeo de una leyenda de esta región del mundo, manteniendo la
figura de la araña que cuenta historias y que de paso, es dueña de todos los
cuentos desde que se los logró quitar al tigre, a quien siempre le hace bromas
que pueden llegar a ser más que pesadas, desde entonces se dice que todos los
cuentos son de Anansi.
En este caso, Gordo Charlie sabe que es hijo de este dios al regresar del
funeral de su padre y es precisamente su madrastra, la señora Higgler quien se
lo confiesa y también le dice a Charlie que tiene un hermano que él no sabía
que tenía y que para llamarlo cuando lo necesitase, sólo tenía que decírselo a
un araña.
De hecho fue la propia señora Higgler quien le dijera al atónito muchacho: los cuentos son como las
arañas, tienen patas largas, y como las telarañas que enredan a los hombres
pero resultan preciosas cuando las ves bajo una hoja con el rocío de la mañana,
y, del mismo modo que los hilos de una telaraña, están todos conectados unos a
otros .
A partir de ese momento, se produce un giro no solamente en la novela sino
también en la vida de Gordo Charlie, personaje descrito como la antítesis de su sui generis padre: Charlie solía ser tímido para todo, e inseguro.
Recordemos que contexto
es la relación entre estructuras del lenguaje y estructuras sociales . Toda la novela se va desarrollando
en un contexto mítico, donde se mezclan de forma coherente la realidad y la
fantasía para conformar todo el texto, donde lo que parecía ser una broma o
algo fantasioso, a cada vuelta de página el lector comprueba que es verídico,
que la fantasía se ha vuelto real.
Hay otro momento donde el carácter mítico del texto se realza: cuando Gordo
Charlie, luego de haberse tomado el solo una botella de vino, le dice a una
araña si ves a mi hermano, dile
que debería dejarse caer por aquí un día de estos para saludar . Y sucesos como que al día siguiente al amanecer su hermano, quien por
demás le pidió a Gordo que lo llamara por el nombre de Araña, estaba golpeando
la puerta de su casa, son los que hacen pensar que lo real maravilloso ha ido
ya más allá del Caribe, mucho más allá.
A partir de ahí la vida de Charlie ya nunca fue la misma, tanto que el final de
la novela se produce entre tres personajes: Charlie, su hijo Marcus de cuatro
años de edad y una sirena, final tan mágico y misterioso como la propia novela,
cuando padre e hijo fueron bailando
todo el camino, mientras cantaban una canción sin letra que se iban inventando
sobre la marcha. Y la canción se quedó flotando en el aire incluso después de
que entraran en casa y se sentaran a desayunar.
Los hijos de Anansi es la forma que ha encontrado Neil Gaiman de volver a
contar la leyenda del dios-araña, sólo que reinterpretada y recontextualizada,
pero conservando la esencia fantástica y fabulesca que la caracteriza, donde la
palabra y la magia van de la mano, conduciendo al lector por los insospechados
y enigmáticos mundos de los cuentos de la Araña.
Marta Cordiés: La oralidad y lo real
maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, en Oralidad, Anuario 13, La Habana,
Cuba, p. 50.