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domingo, 31 de mayo de 2020

Congregación Cristiana no abrirá templo para no excluir niños y ancianos



Mediante un mensaje del principal líder de la Congregación Cristiana Central, Yasser Rivas, la organización dejo saber que, aunque cumple con todos los protocolos, no abrirá el 7 de junio como se ha autorizado a las organizaciones eclesiásticas que puedan cumplir con las normas establecidas por la Comisión Nacional para el manejo del Coronavirus.

Las principales razones son:
  • La cantidad de miembros permitidos por cultos serían 250, lo que multiplicaría la cantidad servicios por semana.
  • La no inclusión de niños y personal mayores de 65 años
Mientras tanto se continuará llevando el mensaje mediante los medios que hasta hoy se han utilizado para los fines.
Se informo, además, que se evaluará la fecha en que se pueda aperturar el espacio físico a partir de julio, porque ya el país estará en otra fase de la pandemia covid19.

viernes, 15 de mayo de 2020

COVID-19, la Pandemia que detuvo al Mundo: Análisis

Histórico durante la Crisis

Estoy consciente de que vivo en un momento histórico; uno cuyo recuerdo quedará registrado en las páginas de nuestro devenir como civilización. Y esto debido a una sola razón. El mundo entero casi se ha paralizado ante la inminente realidad de una crisis pandémica que afecta la salud pública. Literalmente, las calles están vacías, y las personas se hallan encerradas en sus hogares. No exagero si digo que las redes sociales revientan puesto que, debido al encierro, la gran mayoría elabora videos caseros como un escape catártico al confinamiento que llamamos cuarentena. Para colmo de males, la amenaza ha teñido de negro nuestros hogares, llevándose a rostros queridos que jamás volveremos a ver. Amigos y parientes, separados por el toque de queda, no podrán juntarse nunca más, cuando la Parca extienda sobre ellos su fétida mano. 
Es claro que, al acabar todo esto, las cosas no serán iguales; los conflictos del mundo, tampoco. Las huelgas y marchas a favor del aborto, las multicolores paradas del orgullo gay, los resabiosos gritos del feminismo radical, todos han silenciado su discurso propagandístico, porque cuando llega la pandemia, pelear con los medios exigiendo aplicar políticas de género, o imponer parámetros de lenguaje inclusivo, se vuelve vano disparate y amargo sinsentido.
De hecho, las lecciones aprendidas por esta experiencia son importantes. Y en este caso, es deber de todo analista observar el fenómeno para que las pueda extraer. Buscando lograrlo, se hace necesario atender a los ejemplos históricos de casos parecidos y aprender de las actitudes asumidas por nuestros antepasados cuando bebieron el trago agrio que apura nuestra copa hoy en día. Es mi claro interés hacer un cotejo histórico antes de proceder a destilar lecciones de vital importancia en este sentido. Para ello, considerare las dos pandemias que, a mi entender, causaron enormes estragos en la población mundial, compartiendo un espectro fenomenológico muy parecido al corona virus, a saber: la peste antonina y la muerte negra. Cuando analicemos ambas crisis, se descubrirá un patrón común en términos de origen y reacción. Veamos.
Con  la peste antonina (165-180 d.C.) nos enfrentamos a la primera propagación de la viruela en Occidente. El virus que la generaba, de acuerdo con Amiano Marcelino, tenía un origen asiático (1) y, siguiendo el testimonio confirmado en Eutropio, se extendió por toda Europa teniendo como trampolín a Italia. (2) La sintomatología (descrita por Galeno) (3) (4)incluía un cuadro diarreico, altas fiebres, faringitis y erupciones cutáneas. Las pérdidas en términos de mortalidad fueron extravagantes; 2,000 personas por día (en cierta ocasión fallecieron 5,000 en una ciudad italiana). El total de los fenecidos durante la peste se calcula en 5, 000, 000 de personas; la desolación poblacional era tan evidente, que Orosio llegó a describir verdaderas aldeas fantasmas. (5) El último caso se registró en el 180 d. C. lo cual indica que la peste duró 15 largos años. Los efectos incluyeron un pánico desorbitante (sumado a la huida de los médicos para evitar el contagio), una crisis político-económica tal y como destaca Georg Niebhur, y finalmente, el incremento de actitudes supersticiosas a modo de aquellas denunciadas por Luciano de Samosata, respecto a la colocación de amuletos mágicos en las puertas de las casas, pensando que estos salvarían a esas familias del peligro. (6)
Un tanto parecido es el caso de la muerte negra (1347-1631), una pandemia de leptospirosis que surgió tras la mutación de la bacteria Yersinia pestis. (7) Esto implica que, si bien casos de la peste negra se habían dado desde la antigüedad (el relato bíblico pareciera aludir a ejemplos parecidos en 1 Sam. 5 y 6 como en 2 R. 19.35; 2 Cr. 32.21; Is. 37.36 si se cotejan estos últimos versículos con Heródoto II, 141) aquello que sucedió en la Europa de la Baja Edad Media fue un suceso novedoso. Lo interesante de todo es que, igual a la peste anterior, esta también tenía un origen asiático. El historiador Lien-te Wu (8) entendía ser endémica de China, y fue trasladada por los ejércitos mongoles que atacaron Constantinopla en 1347. De ahí que, al salir huyendo los bizantinos a Grecia e Italia, llevarían con ellos el virus, y desde Italia como asiento, se trasladaría a todo el mundo europeo. No se tendría un solo brote. El primero, iniciado en 1347 (otros como César Vidal sugieren 1348) (9) se reduciría en 1353; solo para dar inicio a un segundo brote, el más devastador de todos, entre 1527 y 1631. Habrá que esperar dos siglos para el tercer y definitivo brote de 1855 a 1899.
La sintomatología, según Bocaccio, por igual, incluía fiebre, tos, sangrado, sed asfixiante, gangrena y bubones. (10) La mortalidad abarcó del 30 al 60% de la población afectada, y la cifra de 25, 000, 000 de fallecidos sigue siendo moderada. (11) En Florencia solo sobrevivió un quinto; en Alemania, especialmente Hamburgo, Colonia y Bremen, 1 de cada 10 personas murió. Si se cuenta a 1631 como la fecha para el último brote, tenemos entonces que la muerte negra abarcaría unos 284 años. Entre los efectos inmediatos de dicha plaga se incluye una despoblación urbana, una incipiente crisis político-económica y sobre todo, el incremento, otra vez, de las conductas supersticiosas; esta vez entroncadas en dos tendencias: a) buscar a quien echarle la culpa; de ahí el surgimiento de las teorías conspirativas (acusándose a los judíos como responsables) y b) encontrar explicaciones apocalípticas, incluyendo la idea de que todo era juicio de Dios (lo cual explica el movimiento de los flagelantes en el marco de la religiosidad popular).  
Si echamos un vistazo a las condiciones globales, a la hora en que estalló la peste negra, se descubre como el crecimiento demográfico, económico y urbano eran rasgos peculiares de la época, incluyendo también el avance científico (por lo menos en cuestiones matemáticas y medicas), la persecución religiosa y sobre todo, un cambio climático, conocido como la Pequeña Edad del Hielo. (12) Sorprendentemente, estas mismas características son compartidas por la civilización que vive los días del COVID-19. 
La explosión demográfica y el progreso económico, urbano y científico son realidades innegables, al igual que la persecución religiosa en las latitudes orientales del planeta y la crisis climática denominada como calentamiento global. Nuestro mundo se hallaba maduro para el estallido de una pandemia que ha hecho peligrar nuestra segura confianza colectiva. Y si semejantes son las condiciones, igual de similares parecen las tres pandemias al colocarlas en una sinóptica perspectiva.
Decimos esto último puesto que, tanto la peste antonina, la muerte negra y la neumonía de Wuhan (vg. corona virus) tenían un origen basado en la mutación vírica de microorganismos que se hallaban presentes ya en ciertos roedores (ratas en el caso de la Yersinia pestis, y murciélagos en el COVID-19); mutación ocurrida precisamente en China y que se distribuyó por Europa y el mundo a través de Italia. De la misma manera, la sintomatología incluía una elevada capacidad de contagio a través de las vías respiratorias, así como unos índices de mortalidad aterradores. En el caso que nos ocupa, todavía mientras escribo, se percibe el hálito gélido de la peste avanzando por las calles y cegando la vida de hasta 600 personas por día en algunas de las ciudades más expuestas. La cuarentena se ha extendido y, si debemos considerar las pandemias anteriores, no podemos tener claro cuándo terminará el peligro. ¿Acaso tendremos que vivir 15 años encerrados, como sucedió durante la peste antonina, o tal vez los dos siglos que duró la muerte negra? Solo Dios lo sabe.
De lo que sí podemos estar seguros es que los efectos producidos por esta nueva situación son asombrosamente idénticos a la reacción de las anteriores pandemias. En algunas naciones, debido a sus particulares déficits en la plataforma institucional, se ha repetido la fuga del personal médico y asistencial que se produjo en el 165 d. C. por miedo al contagio. De la misma manera, los anuncios de la crisis político-económica, y el fracaso de los avances técnico-científicos, parecen servir como ecos al mismo descalabro sistémico que produjera la peste negra. Agréguese a esto el pánico global y la reducción poblacional a causa de la mortalidad para que tengamos un cuadro muy parecido a la Europa medieval azotada por los vientos de la peste. No obstante, donde mayor similitud detectamos entre aquellos tiempos y este gira en torno al, repito, proliferación de las conductas supersticiosas. Ver al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador afirmando que una estampita de la Guadalupe “es el mejor “¡Detente!” contra el corona virus” (C. Vidal) (9) implica reproducir una de las escenas criticadas por el poeta griego Luciano. Más aun, la enorme cantidad de “apariciones” incluyendo la imagen de Jesús en un árbol, atrayendo a multitudes, es un claro indicio de ello. De la misma manera, la actitud papista de ordenar el repliegue de una estatua religiosa como mensaje de esperanza y sanidad, aglomerando con ello a ingentes cantidades de peregrinos (e incrementando los niveles de propagación), es muy parecida a la de los papas medievales quienes ordenaron lanzar los cadáveres al rio Tíber para bendecirlos con agua, sin percatarse de que, al hacerlo, promovían los estragos causados por esta en Roma.
Asi también, las teorías conspiranoicas, en las que se intenta buscar un chivo expiatorio (acusando al gobierno estadounidense, a los comunistas chinos, a un hacker en Wisconsin y hasta The Simpsons) se hayan a pedir de boca, como en el siglo XIV. Tales teorías rayan incluso en el ridículo, suponiendo que  dicho virus fue el montaje fallido de una tecnología móvil 5G para celulares que cobró vida. Por su parte, están aquellos que, asumiendo una postura apocalíptica, perciben que el mundo se haya ante una señal escatológica, y han asignado una fecha para el final de los tiempos. El pandemónium milenial es tan evidente como en la época del Yersinia pestis. Por ende, y entendiendo esto, se concluye fácilmente que nuestra común experticia ya tiene verdaderos puntos referenciales en la historia, incluyendo también nuestra manera de reaccionar. El ciclo se repite y, como dijo el Qohelet, ¡No hay nada nuevo debajo del sol!
Ahora bien, lo que realmente debe interesarnos a todos, no es tratar de suponer cual es la teoría de mayor convicción o que realidades pueden verse trastocadas de la noche a la mañana por el toque de esta peste maldita. Más bien, necesitamos aprender las lecciones básicas que, como civilización, podemos extraer de la misma. En este sentido, considero que del COVID-19 derivamos no pocos desafíos; además, con esta pandemia se nos han corregido ciertas apreciaciones y nuestra jerarquía de prioridades ha sido colocada de cabeza. Asi que, de nuestra limitada experiencia, podría presentaros cinco lecciones considerables.
En primer lugar, con esta pandemia se nos ha enseñado el valor de la trascendencia espiritual. Sorprende ver a grandes mandatarios en países latinoamericanos, dirigiendo a sus respectivos ciudadanos en una cadena nacional de oración. Tal parece que, aquella premisa de que las naciones occidentales, mientras más desarrolladas, mayor desinterés mostrarían a las manifestaciones de religiosidad popular, no era más que un mito. En estos días del COVID-19, la oración de un gobernante resulta más grande que cualquier discurso demagógico. Y es que, a fin de cuentas, a pesar de todos nuestros logros como civilización, no hemos podido vencer la guerra contra una microscópica cadena secuencial de tan solo 125 nm de diámetro, (13) que ha paralizado al mundo entero. Y tampoco, a pesar de vivir en la Era de la Información, no podemos librarnos de la morbosa inclinación hacia las teorías conspiranoicas.
En segunda instancia, esta situación ha servido para evaluar la calidad de las decisiones gubernamentales, y la estrechez de miras que tenían los partidos tanto de izquierdas como de la derecha para estar a la altura de la circunstancia. De modo que, a excepción de Nayib Burkele en El Salvador, ninguno de los países más afectados, supo cómo equilibrar el interés entre salvaguardar la economía o proteger a sus conciudadanos. Peor aún, los subsidios del Estado, al no dictaminarse políticas de regulación tocante a la renta o el pago hipotecario, fueron insuficientes para impedir que las personas respetasen del todo la cuarentena, y eso incrementó las tasas de mortalidad y contagio, afectando en su gran mayoría a los indocumentados, que habían sido objeto, tan solo meses atrás, de mimos por parte de las cúpulas demócratas en el Estado de New York, y sin embargo, abandonadas a su suerte por la administración Cuomo, en el momento más aciago. 
En tercer lugar, el COVID-19 nos alecciona en torno a lo que verdaderamente vale. Al cerrarse los grandes centros de concentración masiva y clausurarse las giras artísticas así como las temporadas deportivas, aquellos grandes actores, artistas, deportistas que ganaban millones de dólares por simplemente aprenderse un guion, cantar ante las audiencias o patear una pelota se vieron obligados a encerrarse dentro de sus grandes mansiones y condominios, entreteniéndose con emitir videos caseros desde alguna que otra plataforma virtual. Sin embargo, los que verdaderamente se han convertido en los héroes del momento son los médicos y enfermeros, quienes han dedicado un esfuerzo conjunto, batallando contra la realidad vírica, con peligro de sus vidas, en una concreta imitación del accionar cristiano, en épocas pasadas (cf. peste antonina, muerte negra, gripe española). De modo que, ante la nueva situación, un solo médico y una sola enfermera, son más valiosos que todos los deportistas, actrices y cantantes juntos.
En cuarta instancia, la pandemia nos ha permitido tener una apreciación del valor que la vida significa para nosotros. A pesar de las agendas feministas que propugnaban la despenalización del aborto a través de la toma violenta de centros escolares y las marchas multitudinarias con mujeres que promovían la ingesta de fetos humanos como una expresión de liberación femenina, la llegada del COVID-19 nos enseña que todo eso era pura bazofia. De hecho, en algunos de los estados más inclinados a las políticas de las cinco causales, se han cerrado las clínicas abortistas, que recibían fondos públicos, con el fin de utilizar dichos espacios en el proceso de atención a los pacientes diagnosticados con el corona virus. Así, tuvimos que aprender, a las malas, como un hospital de asistencia goza de mayor importancia que una clínica abortista.
Por último, la pandemia que detuvo al mundo nos ha educado en base a la importancia del afecto interpersonal. Las familias, forzadas a convivir en el mismo espacio, han redescubierto sus intereses comunes y se han dedicado tiempo de calidad. De modo que, a través de la crisis en salud pública, podemos comprender cuan valiosa es la familia por encima del trabajo. Asi mismo, las reglas de cohabitación que imponen una separación de 6 pies han hecho de los abrazos, cosa del pasado. Y sin embargo, con el COVID-19 hemos concluido que un abrazo ausente se hace mayor a la crítica prejuiciada contra mi prójimo. ¡Ahh!, y también cuánto dinero podría generar quien coloque una estafeta en las esquinas de las calles con un letrero que rece: Se venden abrazos por US$ 1.00 dólar.
Pero no todo es color de rosa. Esta pandemia también ha dejado expuesto nuestro egoísmo. Ver a personas tratando de acaparar todo el papel higiénico, y pelear por una lata de leche evidencia que, a pesar de nuestros grandes avances tecnológicos, nos seguimos matando por un parqueo; peor aún, por un rollo de papel toalla. Más aun, nos ha mostrado que, respecto a nuestros antepasados, no hemos cambiado para nada; seguimos cayendo dentro del pánico que caracterizaba la tan denostada psique medieval.
Por ende, cuando pase esta gran crisis, es posible que para la gran mayoría que conforma un primer grupo, las cosas parecerán seguir iguales, tal y cual lo profetizase Raphy Colon (1996); pero para quienes escuchan las lecciones derivadas del presente momento histórico, esta es la oportunidad más grande (quien sabe si no la última)  para socorrer al necesitado y decir presente a la situación actual. En otras palabras, al segundo grupo (emparentado con el carismatismo evangélico) se le ha brindado la mejor de todas las coyunturas para hacer valer los principios universales que sirven de moraleja final para esta fábula que llamamos vida.

viernes, 1 de mayo de 2020

Guillermo Saleta resalta importancia de las Relaciones Públicas para el desarrollo empresarial



En un encuentro organizado por estudiantes de distintas carreras que convergen, en la
materia Relaciones Públicas de la Universidad Nacional Evangélica (UNEV), el periodista
Guillermo Saleta disertó en torno al tema “La Importancia de los Medios de
Comunicación en las Relaciones Públicas”, destacando que la disciplina científica no
surte efecto si no se acompaña de buenas relaciones humanas.
Saleta inicio el conversatorio recordando que las Relaciones Publicas constituye una
herramienta fundamental para el desarrollo y crecimiento de las organizaciones que
operan tanto como empresas, así como instituciones sin fines de lucro.
“Esta práctica que, como toda actividad humana, son una actividad de las relaciones
humanas que toma auge en la Revolución Industrial y sin ella no es posible relazar un
plan de acción efectivo de colocación del producto, atraer públicos o proyectar una
marca”, puntualiza Saleta.
En su ponencia, el conductor y productor del programa Portafolio Extra, describió las
acciones que influyen en las Relaciones Públicas, las fortalecen y las convierten en una
disciplina científica que depende en alto grado de los diversos medios de comunicación
de masa, tanto electrónicos e impresos como digitales.
“La Comunicación Social es un instrumento de vital importancia para las Relaciones
Públicas, por tanto, es necesario que exista el contacto directo entre los actores que
intervienen en la producción de bienes y servicios con las personas que influyen en la
opinión pública”
En el conversatorio participó, además, el comunicador José Manuel Castillo quien, al leer
la semblanza, destacó las acciones sociales y los aportes al deporte y la cultura de la
provincia del también productor de televisión.
“La decencia, la dignidad y el decoro…es parte del Salón de la Fama del Deporte de
Santiago. La hoja se llenaría si decimos de qué él es miembro, creo que hasta de los
bomberos debe ser miembro don Guillermo. Señores ante ustedes un gran profesional
de la comunicación.” Concluyo Castillo, con la jocosidad que le caracteriza.
Estudiantes y profesores interactuaron con el gremialista en un intercambio de
preguntas y respuestas que hicieron del encuentro un espacio ameno y de aprendizaje
colectivo.
En las palabras de clausura el profesor Carlos Tejeda agradeció el gesto del profesional
de la comunicación de compartir sus conocimientos con estudiantes de diversas carreras
de la Facultad del Desarrollo Empresarial. El catedrático destaco la coherencia, el sentido
ético y la comunicaron objetiva con la que Saleta ha forjado su reputación en los medios
de comunicación que ha tenido presencia.