El errado modelo de éxito en jóvenes y adultos

La palabra éxito, según su etimología, viene del latín: "exitus", cuyo significado es salida. Los ingleses la adoptaron como "exit" aplicada con la misma connotación que en su modo original. En latín también significa "término o fin". En castellano, se entiende por éxito a “la salida o fin de un negocio, curso o proceso pero con buenos resultados”. Tener éxito es sinónimo de triunfar, salir airoso de cualquier actividad realizada. Lo contrario es "fracaso". Para La Real Academia Española, éxito, es “el resultado feliz de un negocio, actuación, etc.”.

El fenecido cantautor español, Luis Gallego Sánchez mejor conocido como Luisito Rey, padre del mexicano Luis Miguel, entendió que el éxito “hay que encontrarlo a cualquier precio para vivir”, así lo dejó saber en el estribillo de una canción en la que establece, además, que el éxito no se puede alcanzar sin “noches amargas (ni) días de hambres”.

Todo el que de una u otra manera ha logrado éxito en su vida conoce lo difícil que es llegar a posiciones o estatus que ameritan de un arduo proceso de preparación, el cual consta de varias fases en la que se pone a prueba la disciplina, se madura la conducta y se forja el carácter.

Un sector importante de nuestra sociedad considera que una persona es exitoso cuando ha acumulado fama o fortuna sin importar el método utilizado, poniendo en práctica que “el fin justifica los medios”, porque según el autor de la frase cuando el objetivo final es importante la ética y la moral no cuentan.

Es así como los valores morales, esos que ayudan al hombre a vivir con honestidad, sinceridad y en plena armonía con sus semejantes y, los valores humanos, el gran aporte de la revolución francesa a la cultura universal para que los pueblos y las naciones cultiven y manifiesten el amor, la paz y la no violencia, ellos y otros valores han quedado relegados y sustituidos por un torbellino de antivalores presentes en todo el quehacer político, social, cultural y religioso.